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miércoles, 28 de abril de 2010

¿Te gusta conducir?

 
Pues, ¿Qué quieres que te diga? A mí ya me empieza a fastidiar.
 
Cojo el coche. Son las 08:30h y es lunes de martirio. En los días buenos tardo solo 40 minutos en llegar al trabajo. Son solo 10 minutillos tarde hoy. Mal arranco e ya tengo que parar en el semáforo. ¡Con lo tarde que llego al trabajo! Uno no puede ni quedarse 15 minutos más en la cama que siempre hay un semáforo que te estropea la hora de llegada al trabajo. Tiro un poco y al girar la esquina ¡está otra vez el dichoso semáforo haciéndome la vida negra! Menos mal que está intermitente. Ya se esperarán los peatones, que seguro tienen menos prisa. Intento esquivarlos como puedo. ¡Hecho!
 
Cojo la avenida, y como no, encuentro al típico tío, que se sacó el carné con la compra de tres kilos de harina en promoción. ¡Conduciendo a 50 kilómetros por hora! Seguro que es funcionario y no tiene hora de entrada. Ya se sabe que funcionario entorpece cuando trabaja pero está comprobado que también entorpece cuando va al trabajo. A saber lo que dicen sus mujeres. Seguro que todo el círculo cuadra.
 
Bien, me voy a salir detrás de éste antes que me vea algún conocido. Además estoy gastando una pasta en gasolina a esta velocidad. Veo un hueco en la fila de la derecha. Es estrecho. Me meto. Me he olvidado de los intermitentes. El de atrás me pita. ¡Está ciego ese tío! Lo expreso corporalmente ya que no me oye. Veo por el retrovisor que el tío está enfadado. Al final me río por dentro y digo: “¡Ahí te quedas!”. Voy cambiando de carril. Tengo que avanzar algunos coches. Me he olvidado por completo de los intermitentes. Uno no puede estar en todo a la vez. Conducir es un “sálvese quien pueda”. Ya se sabe.
 
“¡Ala!” Atasco en el acceso a la autovía. Dos carriles se convierten en uno y a mí me toca el ceda el paso. Me pego al de delante. El coche a mi derecha permite que el coche que tengo delante entre en el carril prioritario. ¡Me cuelo detrás de él! ¡Soy la hostia! Me meto en la autovía, pero esto está espeso hoy. Como siempre. Tiro por la izquierda pero los que me encuentro delante parecen tortugas a paso de caracol. Un atasco tremendo con ratos de respiro. “¡Señora, que el carril de la derecha está vacío!”, grito. “Si quiere ir de espacio que se aparte a un lado”, pienso.
 
Finalmente veo el cartel que indica mi salida y me pongo en el carril derecho. ¡Vaya cola kilométrica para salir de este lío! Aún no veo la salida y ya estoy en la cola. A mi izquierda tiran que da gusto. Bueno, no estoy para perder más tiempo con tonterías. Tiro por la izquierda y que frene el que venga detrás. Avanzo un rato y disminuyo la marcha para ver si me meto otra vez por la derecha para coger la salida. Se forma algo de cola detrás de mí. Lo siento, debo volver a meterme. Además, nunca llueve a gusto de todos. Veo a un despistado que se ha dejado un hueco en la cola de salida de la autovía. Es mi última oportunidad. Me meto pasando por encima de la línea continua y casi le doy. Me pita el despistado y dos más detrás de él. Nada, no ha sido nada. Levanto la mano como si sintiera algo de lo que he hecho. “¡En esto del volante hay que estar atento, chaval, o te comes polvo!”.
 
Ahora voy por el lateral de la autovía. Doble carril. Casualmente me he percatado del cartel que pone prohibido ir a más de cien. Estoy por otras labores ahora. Pocos tienen un jefe como el mío y lo importante ahora es tirar p’adelante. Voy a cien por el carril izquierdo, pegado al de delante para ver si me deja pasar. No hay manera. ¿Qué cuesta ir un poquito más deprisa de lo que pone en el cartel? ¡Si la carretera es ancha y el tramo recto, hombre! ¿Qué más da? Me gustaría saber quién ha sido el ingeniero que ha mandado poner un cartel con esa velocidad máxima ahí. Me acaba de adelantar un tío por la derecha. “¡Ese sí que sabe de esto!” Y tiro detrás de él.
 
¡Lo que me faltaba! Dos camiones conduciendo lado a lado a la misma velocidad. Les pito con mala hostia pero ni se inmutan los muy… ¿Creen que la carretera es vuestra o qué?
 
Ya me acerco al trabajo. Me doy cuenta de que un peatón se encamina hacia el paso de cebra que está en mi camino. Acelero para que el tío vea que voy con prisa. Con la mala leche que llevo encima no estoy yo para favores hoy. Veo que el peatón se para antes de cruzar y le paso de largo. Como Dios manda.
 
¿Y ahora? Ni un puñetero sitio para aparcar. El único sitio que hay habría que argumentar su idoneidad con la policía. Creo que les convencía. No parece tan mal sitio. Mejor aparcar antes que venga algún listillo y me lo quite. Aparco. El tío que tiene el coche bien aparcado al lado del mío lo tiene ahora un poco crudo para salir. Bueno, la vida nos cuesta a todos.
 
Entro en el edificio. Subo el ascensor. En la oficina están todos ajetreados. ¡Llego tardísimo! A lo mejor nadie me dice nada. Como un cubo de agua fría, uno me pregunta: “¿Qué te ha pasado?”, percatándose que son las diez menos cuarto. Veo que el jefe también se percata de lo mismo, mira el reloj y levanta la mirada a la espera de mi respuesta.
 
¡Vaya! Con “compis” así ¿quién necesita de enemigos? Ese nunca me había caído bien hasta hoy y no sabía por qué. Me la apunto.
 
Digo: “Es que hay cantidad de locos en la carretera últimamente y basta con que un "jetas" provoque un accidente para que se monten unos pitotes de miedo…”.

viernes, 23 de abril de 2010

La RENTA JUSTA de una Sociedad: ESTÍMULOS TRIBUTARIOS sobre el EMPLEO y el CONOCIMIENTO

¿Cuál debe ser el papel de las empresas en una sociedad?
¿Qué espera la sociedad de ellas para que contribuyan al bien estar del conjunto de los ciudadanos?
¿Qué esperan los propietários de sus empresas?
¿Qué debe hacer cada ciudadano para evitar ser una carga para el conjunto de la sociedad?
¿Qué espera la sociedad que haga cada ciudadano por ella?




Estas y algunas otras perguntas intenta responder el autor a través de un prisma diferente sobre cómo el Estado puede contribuir a estimular la mayor renta justa de una sociedad a través de la aplicación de impuestos.
Se trata de un texto que sugiere la reconversión de algunos impuestos existentes de manera a que éstos proporcionen la renta y los puestos de trabajo máximos que una sociedad sea capaz de crear en base al capital humano disponible. Ideas que el autor espera puedan contribuir a la promoción de la inversión productiva en lugar de la especulativa y que, quizás, podrían alcanzar, a escala nacional, objetivos similares a los propuestos por la conocida Tasa Tobin de aplicación mundial.

Elaboración propia

El proyecto mejorado y presentado al Concurso "Comunica que no es poco", de Economistas Sin Fronteras, Attac y Plataforma 2015 y Mas en el año 2012 se puede ver al completo en:

http://universosocialyeconomico.blogspot.com.es/2012/08/la-renta-justa-de-una-sociedad.html