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viernes, 21 de mayo de 2010

¿República Federal Ibérica?

La federación de estados entre España y Portugal gana adeptos según un estudio de la Universidad de Salamanca

Transcripción de texto publicado por:
Área de Comunicación de la USAL (Universidad de Salamanca)

Fecha: 21/05/2010

Salamanca, 21 de mayo de 2010. El Centro de Análisis Sociales de la Universidad de Salamanca ha presentado esta mañana en el Ateneo de Madrid el 2º Barómetro de Opinión Hispano Luso (BOHL), realizado con el apoyo del grupo de investigación sociológica del Centro de Investigação e Estudios de Sociología (CIES), departamento perteneciente al Instituto Universitario de Lisboa. En esta segunda edición aumenta la proporción tanto de españoles como portugueses partidarios de algún tipo de integración política y mejora la visión de las relaciones entre ambos países.

En el Barómetro de 2009 la idea de una federación de estados entre España y Portugal era apoyada por el 30,3% de los españoles y el 39,9% de los portugueses. Un año después, el 31% de los españoles está muy de acuerdo o de acuerdo con esta alternativa, mientras que entre los portugueses la cifra supera el 45%. Sin embargo, los españoles se muestran en buena medida indiferentes lo que no ocurre, o al menos no en la misma magnitud, entre los portugueses, que adoptan posturas algo más polarizadas con respecto a este tema.

Ambos países tienen una visión muy positiva del otro, aunque la visión que tienen los portugueses de España es algo más positiva que a la inversa. No obstante, se ha disparado la preocupación portuguesa por el terrorismo y la delincuencia y así, frente al 25,3% de los portugueses que en 2009 observaba este tema como muy o bastante problemático, nos encontramos en 2010 con una cifra del 39,1%.

El Barómetro se estructura en los siguientes cuatro grandes apartados: cooperación e integración política, grado de interés y conocimiento mutuo, imagen del otro país y un último bloque en el que se analizan los problemas que afectan a las relaciones entre ambos países (comunicaciones, recursos naturales, economía y terrorismo, entre otros).

En el ámbito del conocimiento mutuo, los tres personajes españoles más famosos para los portugueses son el Rey Juan Carlos, José Luis Rodríguez Zapatero y Julio Iglesias, mientras que los portugueses más famosos para los españoles son Cristiano Ronaldo, Luis Figo y José Saramago.

El Barómetro de Opinión Hispano Luso (BOHL) es un proyecto del Centro de Análisis Sociales de la Universidad de Salamanca, realizado en colaboración con el Centro de Investigação e Estudios de Sociología (CIES) del Instituto Universitario de Lisboa. Se estructura mediante una encuesta de aplicación regular (periodicidad anual) que recoge las percepciones, actitudes y opiniones que se dan a ambos lados de la frontera con respecto a asuntos y tópicos comunes. Para ello, se ha escogido una muestra de 1946 individuos mayores de 16 años con nacionalidad española o portuguesa a los que se ha entrevistado telefónicamente durante los meses de abril y mayo de 2010. Esta muestra cuenta con un error muestral de ± 2,26%, con un nivel de confianza del 95,5% (dos sigma) y para p=q=0,5.

Más información: Mariano Fernández Enguita y Salvador Santiuste, investigadores del Centro de Análisis Sociales de la Universidad de Salamanca.

Web: http://www.casus.usal.es/
(powerpoint 30 diapositivas)

sábado, 15 de mayo de 2010

¿El Huevo o la Gallina? Cómo posiblemente se gestó la crisis económica actual en España


¿Qué es peor que encontrar un gusano en una manzana?
Encontrar medio.

Algo parecido les pasó a los bancos de todo el mundo cuándo han abierto los estéticos paquetes con los llamados fondos basura, constituidos por créditos de cobro más que dudoso de los tristemente populares ninja (no income no job no assets) (Hoy se ha conocido la noticia de que es probable que alguien ya lo sabía y estaba escondido mirando a quién se comía la manzana para reírse a carcajadas). La desconfianza interbancaria provocó un efecto dominó que incurrió inicialmente en una falta de liquidez, afectando posteriormente al sector productivo y finalmente al mercado de trabajo de muchas economías. Los gobiernos de todo el mundo han buscado inyectar grandes cantidades de dinero para que los bancos volviesen a prestar y retomar así su actividad ordinaria, han intentado aislar los fondos tóxicos y han apoyado con un mayor gasto público a sus poblaciones, especialmente los países europeos, para que éstas pudiesen mantenerse a flote mientras el temporal no amainaba. Los déficits se dispararon y las dudas sobre el potencial de pago de las economías más débiles dispararon al alza la cotización de los intereses de la deuda pública, creando el riesgo de que algún Estado se declarara insolvente. Ufff!! ¡Lo que ha llovido! Y aun no ha parado de llover.

¿Pero porqué en España este bache ha sido más profundo que en otros países europeos con características estructurales no demasiado distintas?

En los tiempos dorados de la economía española ocurría una asimetría en su mercado inmobiliario, basada en un riesgo excesivo en la toma de decisiones sobre endeudamiento, tanto por parte de particulares cómo de entidades financieras.

Las entidades bancarias, aprovechando los bajos tipos de interés facilitados por el Banco Central Europeo, en un ambiente de elevada competitividad, han hecho ofertas muy agresivas para captar clientes, cuyo riesgo en el largo plazo podía ser elevado. Los créditos eran concedidos, obviando factores de sentido común, a ciudadanos en ocasiones con perspectivas de precariedad laboral de largo plazo evidente, con tasaciones superiores al precio de mercado y con escasas garantías que avalasen el inmueble. En el caso de que el precio de la vivienda resultara una cuota mensual por encima de ciertos límites del sueldo familiar, considerados razonables tanto por bancos como por clientes, la ecuación se simplificaba con tan solamente despejar la incógnita ampliando el plazo de devolución del crédito para que la cuota mensual fuera razonablemente absorbida. El mayor plazo de devolución autorizado por los bancos a sus clientes, y al convertirse ese parámetro en un factor diferenciador entre las entidades bancarias para captar una porción de la potente tarta del crédito inmobiliario, estimuló a que los constructores e intermediarios de viviendas, aumentasen el precio de éstas, con la única restricción de que la cuota mensual a devolver al banco no fuera tan elevada que ahogara las finanzas de las familias a lo largo del mes. La mayor incorporación de la mujer al mercado de trabajo permitió además que el precio de los inmuebles se ajustase al valor posible de ser devuelto a los bancos por los ingresos de ambos integrantes de las familias formadas.

Existe una percepción extendida, enraizada en la cultura del país, de que la posesión de bienes, real o aparente, permite una mayor aceptación social, lo que hizo que una amplia parte de la población se lanzara en la compra de viviendas aprovechando la coyuntura bancaria. Incluso la sociedad, a través de los mensajes que llegaban de varias fuentes presumiblemente fidedignas, se llegó a creer que esa etapa virtuosa no tendría fin y que todos los inmuebles serían siempre valorados en un plazo diferido por un montante superior al actual, proporcionando un cierto grado de tranquilidad en la toma de decisiones de endeudamiento. Se generó todo un sistema alrededor del sector inmobiliario que se retroalimentaba, generando empresas, empleos, producción y ampliando la sensación de riqueza aparente de los que se lanzaban a la compra de vivienda y la envidia de los más precavidos. Si uno no compraba una vivienda empezaba a ver claramente en la cara de los demás la expresión de "¿En qué mundo vive éste?" y además empezaba a pensar que a lo mejor no estaba siendo muy inteligente porque, dejarlo para más adelante, sería mucho más oneroso, especialmente en un bien de valor tan elevado, en que cualquier subida porcentual suponía un gran esfuerzo financiero adicional. Había que lanzarse y la sociedad se lanzó por que los números que venían de todas las partes así lo demostraban. Todos tenían algún conocido que había comprado su vivienda por un valor de "ganga" en el mercado, o habían vendido la vivienda anterior y adquirido una vivienda nueva que entraba por los ojos, otros, provenientes de sectores tan dispares, se dedicaban a especular, intermediando por su cuenta y riesgo en la compra y venta de inmuebles a la vez que esparcían al viento con orgullo la historia de su éxito, y algunos más incluso jactándose de que con el crédito conseguido han podido reformar, con exquisitez y buen gusto, o amueblar, con los más finos objetos, su inmueble.

Todo iba muy bien.

De repente se empezaron a sentir algunos malos olores que venían del otro lado del charco, hasta que todo el castillo de naipes se derrumbó con una bocanada. Es cierto que la debacle económica española se originó en Estados Unidos de América pero algo hace creer que existían elementos propios de su economía que la exponenciaron.

En primer lugar uno de los más importantes elementos que promocionó el deterioro de la economía española es, a mi entender, la famosa dualidad el mercado de trabajo, cuyo efecto es la existencia de dos categorías de trabajadores, los que tienen contrato fijo e de muy difícil despido, y los que tienen despido prácticamente libre. España es una de las economías avanzadas cuyo mercado de trabajo permite la existencia de tasas de paro extremadamente elevadas (y que deberían provocar cierto pudor nacional) cuándo se compara con otras de su entorno, debido en gran parte a la amplia variedad de contratos de trabajo, con distintas categorías de indemnización por despido, en que una amplia porción de la población no dispone de una estabilidad financiera mínima a medio o corto plazo, con contratos por meses, días, horas o no remunerados, y en que otra importante porción no tiene cualquier intención de dejar vacantes los puestos que ocupa para arriesgarse en mejorar su porvenir, ya que inciertamente recuperaría el status que dejaría. Los puestos de trabajo temporales, deberían ser eso: temporales. Deberían servir para que el contratante pueda conocer mejor a la persona que contrata y darle tiempo de demostrar que el perfil coincide con el que buscaba y a la vez sirve al trabajador para tener tiempo de averiguar si la empresa y tareas requeridas cumplen con sus expectativas de cara al futuro. Una vez el noviazgo haya discurrido durante un tiempo prudente para que ambas partes se conozcan mejor, lo natural es que se asuma un compromiso más serio y de más amplio calado, basado en responsabilidades más profundas. España debería poder aprender de otros países que han tenido más éxito en este campo y defender ideas que permitan una mayor estabilidad para sus potenciales trabajadores sin comprometer el dinamismo requerido a las empresas, aunque ello probablemente vaya en contra de los derechos adquiridos por algunos trabajadores y empresarios, que tanto las centrales sindicales cómo patronales pueden vehementemente oponerse, quizás injustamente en ambos casos. No parece que los trabajadores de primera clase, ni los de segunda clase, ni los no trabajadores, ni el Estado, que representa a todos, dispongan de una forma de vida sana en el sistema actual, aunque las empresas pueden salir beneficiadas en el corto plazo. Hay que tener en cuenta que la economía se basa esencialmente en los flujos de ida y vuelta empresas-trabajadores y que ninguno debe truncarse.

En segundo lugar, y no de forma tan evidente, es posible que la semilla que engendró la bola de nieve inmobiliaria haya sido la falta de regulación sobre los plazos de devolución de los créditos, nuevamente con su origen en el sector bancario. Se ha tenido en cuenta, aunque no sin dificultades en el período de expansión de la rueda inmobiliaria, que el límite máximo de endeudamiento de la unidad familiar no debería superar el 33% del sueldo neto mensual. Si se tiene en cuenta que en España el contacto con el primer empleo más o menos estable puede estar ubicado en la franja de los 25-30 años y que la edad de jubilación oficial está actualmente fijada a los 65 años, estando la real ubicada alrededor de los 62, se deduce que cada individuo dispone de 32-40 años máximos de trabajo efectivo a lo largo de su vida. Si a eso añadimos la precariedad laboral descrita en el apartado anterior, con posibles periodos de paro razonablemente largos a lo largo de esa etapa, es posible que los años medios de trabajo efectivo de los individuos se reduzcan aún más. Si se hubiese aplicado la misma prudencia de la no concesión de créditos por más del 33% sobre la renta disponible del cálculo mensual al cálculo de la renta disponible estimada en el periodo laboral vital, quizás no veríamos créditos en el mercado por periodos superiores a 15 años. Quizás no hubiéramos visto precios de inmuebles que necesiten hasta 50 años para devolver el crédito hipotecario que cubriese dichas operaciones. Quizás las familias no estarían endeudadas de por vida, ya que una vida es demasiado tiempo para que no haya tropezones, especialmente cuando el entorno permite que surjan circunstancias tan adversas. Quizás, si compradores y vendedores no son capaces de operar racionalmente en el mercado, el Estado deba tomar cartas en el asunto, para evitar que se autodestruyan y se lleven a terceros por delante de forma colateral al final de todo.
 
Puede que la popularmente llamada "crisis" (he intentado evitar el término, en la medida de lo posible, porque es probable que los africanos tengan otro concepto sobre él) se deba quizás a los fondos basura americanos... o no. Es la eterna pregunta: ¿Qué vino primero? ¿El huevo o la gallina?