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sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Cataluña Independiente? To be or not to be …

El Revulsivo

En España las aguas están bastante agitadas. Sin duda podemos apreciar recientemente verdaderas muestras de pasión latina. Esta vez España se rompe, dicen unos. Aznar, desde su pedestal de la fundación que él utiliza para difundir ideas a los que andan faltos de ellas, dice con meridiana claridad que antes de que España se rompa, se romperá Cataluña. No sé si lo decía literalmente o no… Aunque su timbre de voz y su aspecto representen una caricatura fashion de personajes famosos de otras épocas de la historia, no creo que debamos reírnos de lo que no estamos seguros de que sea un espectáculo de humor. Especialmente no debemos reírnos de alguien que ha enviado importantes buques de guerra de la Armada Española para defender a muerte Perejil, aquél pedrusco cerca de las costas de Marruecos, cuya extensión no es mayor que desde casa a la panadería.

El 11 de Septiembre de este año centenares de miles de personas se han manifestado a favor de la independencia de Cataluña del estado español. Y no es que al llegar allí se hayan dado cuenta de que se habían equivocado de fiesta. Sabían exactamente por qué participaban. Y llegados a este punto los grandes partidos políticos, autoproclamados nacionales, de la nación española digo, así como gran parte de España, se dan cuenta de repente de que había gente, muchísima gente, que quería dejar de compartir pupitre.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? se preguntarán muchos de fuera de Cataluña. El sentimiento nacionalista catalán viene creciendo a un ritmo constante en los últimos años. ¿Nadie se habrá dado cuenta? Las grandes preguntas, sobre la unidad del Estado, que la sociedad española debe obligatoriamente hacerse ahora, a través de un análisis introspectivo, y para las cuales debe encontrar respuestas sinceras son ¿por qué y para qué queremos estar juntos? Y las grandes preguntas que la sociedad catalana debe hacerse con igual dosis de sinceridad son ¿por qué y para qué queremos separarnos?

Comencemos por el comienzo: La Transición

La Transición española no fue modélica. No. De modélica nada. Quitar eso de la cabeza. Claro que estoy de acuerdo que la gente no se alzó en armas y muchos de los que hoy están aquí son supervivientes de lo que no ocurrió en aquellos tiempos. Pero el pacto consistió en que los que gobernaban durante el régimen franquista, y sus hijos y afines, podrían constituir un partido político que optara por tener democráticamente el poder otra vez en sus manos para subrepticiamente seguir implementando sus estrechas ideas. Para que la transición hubiese sido modélica, debería haber resultado en un estado modélico, basado en una separación de poderes modélica y en instituciones democráticas modélicas, dirigidas por partidos políticos modélicos y que éstos estuviesen integrados por gentes modélicas, muy distintas de las anteriores. Y para que fuesen distintas de las anteriores deberían disponer de algo fundamental: Integridad. Todo eso dista mucho de lo que ha pasado. Solo algunos resultaron ser modélicos. La transición se basó simplemente en la consagración del “fascista camuflado”, que camaleónicamente se ha adaptado a un nuevo entorno. De no ser así no estaríamos, muchos irracionalmente extasiados, escuchando los dogmas, que se caracterizan por ciertos e inmutables, difundidos desde pedestales de amplificación, por los Mesías descendientes de aquellos que deberían haberse marchado, hace mucho tiempo, deshonrados por la sociedad. No solo no fueron deshonrados como muchos ostentan el honor de la presidencia o las presidencias de honor en estamentos importantes de la sociedad española.

De aquellos lodos estos polvos

Siempre hubo un cierto orgullo catalán. La figura del hereu (heredero), en que el hijo mayor heredaba el patrimonio familiar, manteniendo la indivisibilidad de las tierras agrícolas, y dedicaba parte de los beneficios a los hermanos menores, que a su vez invertían en otro tipo de factores productivos más avanzados en las ciudades, es algo de intrínseco en la sociedad catalana y que les parece algo de honorable, haciéndoles valedores del título de buenos comerciantes. Y están orgullosos de haber asimilado las costumbres y creencias de sus ancestros y de haber conseguido parte de su desarrollo gracias a su manera de comportarse en la vida. Pero al parecer no toda España, ni siquiera gran parte de ésta, siente ese orgullo por una parte de su país. Durante los últimos años, los poderosos medios de amplificación del discurso de nuestros “fascistas camuflados”, que han proliferado desde la muerte de Franco, han hecho lo posible para denigrar sistemáticamente cualquier factor que sea síntoma de orgullo catalán, potenciando una especie de continuismo del la ideología homogeneizadora de otros tiempos, que no incluía la cultura catalana como fuente de orgullo nacional. Quizás si la vecina del 4º insulta por la ventana, día tras día, al vecino de 5º, gritando que es un guarro, puede que te limites a cerrar la ventana e intentes olvidarte del asunto, pero si un día pisas un chicle en el ascensor puede que te venga a la mente de forma inmediata la imagen de la cara del vecino del 5º, esta vez con un aire algo más asqueroso de lo que te sugería antes. Con esto quiero decir que, ni ciertos partidos de ámbito nacional, ni el cuarto poder de España, tampoco son modélicos, y si alguien cree que se trata de demagogia, le invito a que piense en lo anterior mientras escoja al azar cualquier periódico del quiosco, o vea cualquier telediario, con cobertura nacional, y le aseguro que, la probabilidad de que descubra por sí mismo la veracidad de esta idea, es alta. Por ello sugiero que en los programas “informativos” o de “debates políticos”, cuyo presentador o mediador emitan una opinión, figure, por imperativo legal al inicio del programa, un rótulo fijo que indique:

“Advertencia: La opinión que emita nuestro presentador o mediador durante este programa es la opinión de la cadena de televisión que lo emite, así como la de los representantes individuales del Consejo de Administración de la empresa. El presentador o mediador tiene la responsabilidad de evitar que los invitados o contertulios emitan opiniones denigrantes sobre individuos, colectivos o instituciones. Los representantes del Consejo de Administración de la empresa emisora son responsables exclusivos del cumplimiento de esos objetivos y estarán sujetos a responder legalmente de forma principal por cuestiones de difamación.”

Estoy seguro de que podríamos entonces dormir más tranquilos. Porque éstos están entre los principales de los que vienen rompiendo España poco a poco desde hace mucho tiempo. Estigmaticemos por favor a los “fascistas camuflados” y normalicemos la derecha española. No debería ser obligatorio ser un crápula para ser de derechas.

Los Irreductibles: El Dinero y la Gestión de los Recursos

¿Es justo que la solidaridad sea ilimitada entre regiones, especialmente cuando un Estado es incapaz de invertir el exceso de dinero de unas en proyectos sólidos que permitan a que otras, que tengan mayores necesidades de desarrollo, puedan crecer con base a sus propios logros en el futuro? Todos hemos visto adonde se han dirigido las inversiones de los últimos años: proyectos faraónicos de aparentar tales como autopistas sin coches, aeropuertos sin aviones, vías de alta velocidad sin trenes, pabellones sin uso, auditorios sin música. Otros muchos en marcha tal como el de Eurovegas, cuya supervivencia del negocio requiere grandes volúmenes de dinero, preferentemente en metálico, de difícil rastreo sobre su procedencia. El resultado es que algunos pocos están felices y el resto estamos endeudados. Algunos, muchos, a pesar de todo, ven las grandiosas obras de papel en sus regiones como un gran activo al que merece que se otorguen nuevas mayorías absolutas a los señores feudales que las han impulsado, a pesar de los clamorosos indicios de delitos por desvío de capital de forma ilícita que envuelve a los políticos y sus pirámides. Otros, pocos, ven en ellas una ingente cantidad de dinero mal gastado y a las que hoy hay que mantener. Estoy seguro de que nadie en este país quiere este tipo de redistribución de la riqueza. Un Estado que permite que los menos desfavorecidos sigan siendo desfavorecidos y que los más favorecidos pasen a ser desfavorecidos es un Estado fallido. Y esta es, literalmente, la situación actual. Gran parte de los catalanes es de esto de lo que están descontentos. No porque sean genéticamente insolidarios o incapaces de sentir empatía por los ciudadanos del resto de España, que tanto han influido en su cultura. Creen que el gobierno de España no tiene cualquier interés en cambiar la manera de actuar hacia una repartición más sana de la riqueza, especialmente porque son ellos quienes la reclaman, pero también creen, quizás de forma poco modesta, que por su tradición saben gestionar mejor los recursos.

Los Irreductibles: La Lengua

Por otro lado siempre hubo el factor lingüístico que nunca fue bien digerido, hasta nuestros días, más allá del río Ebro. Después de 40 años de prohibición del uso del catalán (y de otras lenguas nacionales) dio la sensación, equivocada, en muchos sitios de España, de que los catalanes hablan catalán hoy día simplemente para enfatizar que son diferentes de los demás. Señoras y señores, les voy a desvelar algo inédito en la historia de España: la lengua de Cataluña ¡es el catalán! Y lo es porque es la lengua de muchísimos de sus ciudadanos y porque era la lengua de los padres y abuelos de muchos, porque lo hablaban en casa, aunque estaba prohibida en la calle, bajo el riesgo de severas consecuencias físicas, típicas de un régimen y de gentes intolerantes.

Con la llegada de la democracia la libertad de poder hacer lo que es natural irrumpió en escena y en las escuelas se volvió a enseñar el catalán. Si la dictadura hubiese durado dos generaciones el catalán se hubiera vuelto una lengua muerta como el latín. Por desgracia de algunos eso no ha sido así, ya sea porque el catalán no es hoy una lengua muerta o porque la dictadura no haya durado dos generaciones más. Pero a pesar de todo, y cualquier que hable con las gentes en la calle lo sabe, la utilización del castellano en Cataluña siempre ha sido considerada un valor para la comunidad y ha permitido que los castellano-hablantes que han tenido interés en vivir en Cataluña pudiesen integrarse sin cualquier trauma lingüístico y sintiéndose plenamente cómodos en su lengua. Y el bilingüismo es una realidad que hasta hace poco también era motivo de orgullo catalán. Este hecho debería honrar a las comunidades castellano-hablantes de todo el mundo. Pero la Constitución española, quizás por su puesta en marcha con la premura que requerían aquellos tiempos ávidos de libertad, consagró un hecho anacrónico establecido en la dictadura:

Artículo 3.1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

De aquí deriva toda la confusión. Si Cataluña ha tenido derechos lingüísticos que han permitido que sus ciudadanos sean bilingües, y que el castellano haya sido tenido siempre como un gran valor para la sociedad catalana, ¿por qué se quiere a partir de ahora “españolizar” a nuestros hijos catalanes? ¿Y si a raíz de esa investida empezamos a considerar el castellano como una imposición que hasta ahora habíamos tenido como un valor que nos gustaría conservar? ¿Acaso el catalán es un motivo de vergüenza o de agravio para alguien en España? ¿Acaso no es una de las lenguas de España y no debería ser motivo de orgullo para el resto de la nación, tal como el vasco o el gallego? ¿Por qué, en lugar de que la Constitución imponga el castellano a todo el territorio, independientemente de las lenguas naturales de cada parte de él, simplemente no ilustra a sus ciudadanos sobre las ventajas de su utilización y deja a las regiones su libre arbitrio en materia lingüística? Y si realmente el catalán, el vasco y el gallego son lenguas del Estado español ¿porqué tienen los ciudadanos de esos territorios con esas lenguas oficiales el exclusivo esfuerzo legal en conocer el castellano y no existe cualquier esfuerzo legal para garantizar que ciudadanos de otros territorios conozcan las otras lenguas de su Estado? A partir de esta reflexión quizás se pueda entender que los ciudadanos de fuera de Cataluña no puedan acceder a ciertas oposiciones en Cataluña por no saber el catalán y al revés sí. O se deja que las regiones con lenguas propias manejen en exclusiva las lenguas que quieren en su territorio o las hacemos todas de todos, para que todos tengan las mismas oportunidades en todo el territorio.

La Acción
En medio de esta confusión tan sentimental y tan poco pragmática nos encontramos ahora a las puertas de unas elecciones territoriales que afectan a toda España. Muchos hacen piña con un bando por un lado y otros hacen piña con un bando por el otro. Improperios y subidas de tono cada vez mayores en medio de una campaña electoral no esperada. Tanta palabrería sentimental-chauvinista proveniente de tantas direcciones solo permite que la gente se aglutine en los extremos. “O todo o nada” dicen ambos bandos, pero ambos lo que quieren es todo, sin renunciar a nada. ¿Por qué los que escogen el camino del medio no tienen ni voz ni votos en España? ¿Por qué no nos amparamos en aquellos que de buena fe están dispuestos a encontrar soluciones justas para todos? ¿Existirán? ¿Queremos escucharles si existen? Si no lo hacemos la solución final solo puede ser que el que tiene la pata más grande aplaste aquél que tiene la pata más pequeña. A pesar de ello, todo este revulsivo era necesario. Existen dos formas de integración: por convencimiento o por imposición. Se pueden hacer leyes que promuevan que nos conozcamos mejor, y que a partir de ahí permitan que interaccionemos con buena fe, o se pueden hacer leyes que impongan la voluntad del que detenga el poder. Las primeras son atrayentes y las segundas son repelentes. Algo no funciona bien en un país que se siente disgregado y hay que hacer algo para cambiar esa situación. Sin acción no hay riesgos pero tampoco hay cambios.

Suerte Cataluña. Suerte España.