Hace frío afuera. Pongo la calefacción a 22 grados. Voy a la cocina y rebusco hasta encontrar una bolsita de cacahuetes con miel (¡me encantan los cacahuetes con miel!). Me siento en mi rincón preferido del sofá y estiro la mantita sobre mis piernas (sé que parece cosa de gente mayor pero ¿qué más da?). Con todo perfectamente preparado para disfrutar del absoluto confort del hogar y disponiendo del poder que me ha sido otorgado por tener el mando de la tele en la mano, le doy a la tecla de encendido. “!Nos están matando!”. “!Por favor ayudadnos!”, leo en los subtítulos de una escena en que se manifiesta en árabe y gesticulosamente, delante de lo que al parecer es una webcam, un andrajoso individuo, con la barba por afeitar, y con un inequívoco semblante de terror y desespero, desde una humilde habitación con luz tenue en algún lugar donde claramente se puede distinguir que los recursos no abundan. En los pocos segundos que transcurre la escena me viene a la cabeza que se trata de una de aquellas películas de serie B, a pesar de lo pronto de la hora, aunque el grado de dramatismo es muy intenso y convincente para la calidad del rodaje y para un protagonista completamente desconocido. Cambio al momento de canal buscando aquella serie policíaca que me encanta y, mientras hacía zapping, me quedo pensando en la escena vista durante escasos segundos que seguramente, al final de aquella película, nos advertirán de que cualquier parecido con realidad seria mera coincidencia. Me meto unos cuantos cacahuetes en la boca (¡están buenísimos!). Quedan cinco minutos para que empiece mi serie y me paro un momento en el canal de noticias. “el Ejército ha iniciado un duro ataque en algunos barrios de Trípoli, ciudad en la que hoy se habían extendido las protestas contra Muamar el Gadafi, el dictador que dirige el país desde hace 42 años. En las calles de la capital hay cadáveres tirados y se escuchan disparos de artillería pesada, según ha podido constatar Efe. Varios testigos han relatado la participación en los ataques de la aviación, que ha abierto fuego real contra la multitud (sic).” De repente, como si la lucidez me diera una bofetada en la cara, pienso, ¿y si el personaje de aquella escena fuera real? Reflexiono un momento sobre sus palabras. “!Nos están matando!”. Obviamente él está vivo y contando una situación pero, la utilización en su frase de la primera persona del plural, y por lo tanto incluyéndose a él mismo como personaje, actual o futuro de su narrativa, permite suponer que aquellos que le son allegados, que pertenecen a su vivencia mas palpable, al parecer están muriéndose a manos de alguien desconocido de forma indiscriminada y sin motivo de fondo, y con ellos, se deduce que también muere una parte del alma del narrador. A pesar de lo dramático de esta primera frase, lo que realmente me ha removido las entrañas ha sido la segunda frase: “!Por favor ayudadnos!”. Es como si se hubiera dirigido a mí. Como si me hubiera mirado a los ojos y me pidiera que hiciera algo para acabar con su horror. ¿Por qué me has mirado a mí? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me compre un arma en el mercado negro, me despida de mi familia y me vaya a donde estés para intentar sacarte a ti y a los que quieres de esa agonia? ¿Cómo puedo yo impedir que tu mundo se desmorone? Por favor ¡Aparta tu mirada de mí! No tengo ese coraje. Es posible que lo tuviera si me afectara a mí o a los que quiero, si viera que todo lo que conozco se desintegrara, como a ti te pasa. Déjame simplemente seguir comiendo mis cacahuetes. !Déjame! que ahora quiero simplemente aumentar un grado más la calefacción. Afuera hace frío ¿Por qué te has decidido a entrar en mi vida y a desencantar mi mundo? ¿Por qué me has mirado a mí?
Carta Abierta a los Gobernantes de Países “Democráticos y Desarrollados” del Mundo
Estimados Gobernantes,
Declaro:
• Que apoyo contundentemente las manifestaciones a favor de la libertad vividas en gran parte del Norte de África y Medio Oriente, y que todos tienen el derecho de luchar por la libertad de expresión, por una vida digna, por poder disponer de salud y educación.
• Estar completamente dispuesto a pagar más por la energía que consumo y a emprender acciones que conlleven a un ahorro de energía, de tal manera que no sea el precio de la energía un factor que les induzca a tomar decisiones contrarias a aquellos que están siendo oprimidos en otras partes del mundo.
• Tener repugnancia por su comportamiento:
o Promocionando directamente durante décadas autocracias en medio mundo y con el fin de obtener ventajas comerciales para sus ciudadanos.
o Permitiendo que dictadores sean recibidos pomposamente y con máximos honores de Estado en sus países.
o Permitiendo que dictadores guarden en los bancos de sus países el dinero robado de forma descarada a sus pueblos.
o Permitiendo que sus gobiernos vendan armas a países que no respetan los derechos humanos y que no dispongan de cláusulas de salvaguardia de los mismos en su ordenamiento interno.
o No denunciando públicamente las acciones de dictadores que encarcelan y matan a sus conciudadanos por motivos ideológicos.
o Permitiéndose no intervenir, diplomática o militarmente, más allá de sus fronteras donde la violencia campa a sus anchas.
Les insto:
• A no demorar decisiones que permitan salvar vidas.
• A que sus decisiones comerciales con países no democráticos vayan obligatoriamente apareadas de la exigencia de reformas institucionales en eses países que permitan una cada vez mayor libertad para sus poblaciones y permitan vislumbrar un futuro no muy lejano mejor.
• A que los dictadores sean considerados personas non gratas en sus territorios.
• A que en caso de violaciones claras de los derechos humanos para aniquilar poblaciones en ciertos territorios, a través de la utilización de artillería pesada y llevando a cabo ataques aéreos, sea rápidamente instaurada una zona de exclusión aérea por los países democráticos.
• A no exportar armas a países que no dispongan de instituciones democráticas.
• A socorrer rápidamente, con todo el material médico, alimentario y logístico necesario, a las víctimas y refugiados de la represión gubernamental, allá donde se produzca.
• A impedir que el dinero que pertenezca a dictadores o de sus seguidores pueda ser plácidamente depositado bajo la protección de las corporaciones financieras occidentales.
• A que busquen con mucho empeño aliados de alto rango en los regímenes dictatoriales que permitan evitar baños de sangre en momentos de convulsión social como los actuales, apoyando en definitiva la caída de esos regímenes.
Quizás Europa haya tardado demasiado no integrando a Turquía en su seno y haciéndole perder poco a poco la ilusión por el proyecto europeo. Digo esto porque el país me parece un referente democrático muy importante para el mundo árabe, que está actualmente en plena transformación. Sería una manera de decir a todos que Turquía y Europa comparten los mismos valores y que tenemos un futuro común en conjunto, que es cierto, pero muchos aun insisten en negarlo. No sé cómo combatir el islamismo radical si nos esforzamos en intentar transformar Europa en una fortaleza católica, en no dar nuestro apoyo inmediato a las legítimas pretensiones democráticas de los jóvenes blogueros y sus seguidores en los países árabes, en no impedir que los ejércitos aplasten a civiles. Puede que algunas revoluciones queden hoy en nada, puede que gobiernos déspotas corten el acceso a internet, puede que pasen otros 20, 30 o 40 años y los mismos dictadores o sus familias y fieles se mantengan en el poder, oprimiendo y desvalijando a sus pueblos, manteniéndoles tanto cuanto puedan en la ignorancia, dándoles algo de pan y circo para aplacar sus ansias de cambio, pero seguramente, desde Marruecos a China o de Bielorrusia a Sudán, algún día, el pueblo exigirá y luchará con vehemencia por su libertad. Las decisiones que el mundo occidental tome hoy podrán influir en que los cambios de régimen sean entonces pacíficos. Si no les tendemos la mano cuando realmente nos necesitan no vayamos después a pedirles que seamos amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario