Imagen del Blog

jueves, 15 de marzo de 2012

El (posible) Futuro de Europa: ¿Una nueva Revolución Francesa?

 ¿Porqué no hablar de la creación de un banco distinto? Hablo de un banco comercial, no un banco central o de inversiones. Un banco que no tenga como objetivo ganancias gigantescas, rápidas y fáciles. Que sea ético y que sirva a la sociedad. Que el riesgo de inversión en sus clientes solo sea compensado con avales que no supongan hipotecar la vida de los que no han podido cumplir con sus obligaciones, por lo que sus decisiones de inversión serán muy bien ponderadas antes de que se tomen. Que su negocio se centre en la economía productiva, en las startups, y que se aleje de productos de ingeniería financiera o de corto plazo en los mercados de capitales. Que sus inversiones tengan carácter de largo plazo y que exija de sus empresas clientes responsabilidad social y corporativa. Un banco que fuera participado exclusivamente por 27 Estados, cuyo poder de gestión y decisión se basara en las cuotas que cada estado quisiera o pudiera  aportar. Un banco que se permita el lujo de poder financiar las economías cuando ningún otro banco más quiera o pueda hacerlo, porque no se dejaría contaminar por las males praxis de otros. ¡Un banco Europeo!

¿Queremos conocer bien que nuevas políticas sociales de atención a los excluidos está aplicando Francia? Hay que leer o ver las noticias en periódicos o televisiones francesas. ¿Queremos conocer bien cuánto de duros son los ajustes que sufre el pueblo griego? Hay leer o ver las noticias en periódicos o televisiones griegas. ¿Queremos conocer bien las propuestas de mejoras educativas en Finlandia? Hay que leer o ver las noticias en periódicos o televisiones finlandesas. Los medios de comunicación europeos, por lo general, mantienen desde siempre un carácter muy localista. Solo lo más relevante de lo que ocurre fuera de nuestras fronteras nacionales está disponible en los medios de comunicación locales pero no se acaba de conocer lo que verderamente importa a los ciudadanos de otras comunidades distintas a la nuestra. Creo que hay una necesidad de medios de comunicación transfronterizos y de ámbito europeo. ¿Alguien puede verdaderamente decirme cuál es el problema que más le preocupa a la sociedad lituana y si tiene algo en común con el problema que más afecta mi sociedad? Si Europa tiene un mensaje que transmitir debe disponer de medios de alcance europeo. Debemos conocer mejor a nuestros compañeros de viaje para que sintamos empatía por ellos. Estoy seguro que habrá mil y una maneras distintas de llevar tal proyecto a cabo sin comentárselo a Berlusconi.



Dudas europeas, respuestas europeas. ¿Quiere Europa un gobierno europeo? ¿Qué tipo de autoridad quieren los europeos trasladar de la política de ámbito nacional al ámbito europeo? ¿Dejamos que sean los estados con fronteras europeas exteriores los que controlen los flujos migratorios o sería mejor que los costes y equipos humanos y técnicos destinados a ello fuesen repartidos entre todos? ¿Cómo queremos que sean los flujos migratorios europeos, cuyas necesidades de futuro varían de país a país, en un espacio Schengen? ¿Qué políticas queremos que sean obligatoriamente un común denominador a todos los estados europeos? ¿En Europa debemos invertir más en tanques o en mantequilla? ¿Cómo repartimos esos costes? ¿Hasta dónde podemos llegar como europeos y qué objetivos nos trazamos en conjunto? ¿Cómo se controla el cumplimiento de los objetivos europeos? ¿Son éticos y justos los objetivos europeos que nos proponemos? Cómo nadie me lo ha preguntado, supongo que han decidido correctamente por mí. Menos mal que tengo una fe ciega en el proyecto europeo actual. O al menos eso es lo que piensan de mí mis políticos nacionales que son los que se encargan de negociar “en Europa” las políticas que les convienen para garantizar sus votos locales. Ya nos dirán lo que han podido hacer. No existen políticos que defiendan  políticas con la finalidad de garantizar votos para ellos en el espectro europeo. No existen partidos verdaremente europeos. À parte de la decisión de montar algún tipo de unión de estados por la conveniencia económica en un mundo globalizado, no tenemos a nadie más interesado, desde la creación de la moneda única, en una verdadera unión en cuestión de valores y solidaridad. Europa no es un país. Hemos construido una Europa de vecinos que se esfuerzan por mantener el respeto mutuo pero no una familia dispuesta a ayudarse entre sí, con el objetivo de que todos salgan adelante, donde también tiene cabida los estirones de orejas y las caricias fraternales. Si los votos de algún ministro del interior alemán dependieran en parte de los griegos, y de otros que les apoyen, es posible que más de uno en su lugar se mordería la lengua. Consultas a escala europea. Gobierno europeo. Sufragio universal europeo.



Han pasado más de 60 años desde la Comunidad Europea del Carbón y Acero. Hace pocos años parecía que lo más difícil se había resuelto, después de tan largo tiempo. Eurovisión nos acercaba al sueño europeo. No me pasaba por la cabeza que Europa terminaría en Eurovisión. Nos hemos ampliado a leste para conseguir más mercado. Invitamos los amigos a cenar en casa, teniendo la casa hecha un asco, y después nos quejamos que no usan los portavasos. Hemos hecho todo al revés. Deberíamos haber arreglado la casa antes. Hemos dado la sensación de haberles tratado como convidados de piedra. Yo, personalmente, en mis sueños juveniles pensaba en una “Europa” que contase un día con Rusia, Turquía, Túnez, Marruecos e incluso Israel. Soñaba con una Europa que fuera símbolo mundial indiscutible de la justicia y solidaridad. Que fuera un modelo de éxito al que todos quisiesen adherirse con entusiasmo. La fuerza de la razón. No quiero que ese sueño se vuelva una minúscula imagen borrosa en los confines de mi mente. Se hace necesaria una pacifica primavera europea para encender la llama con fuerza. Se hace necesario un clamor popular de millones de europeos en la calle, unidos en valores, gritando “Una Europa por todos y todos por una Europa”. Pásalo, por favor.



Con la Revolución Francesa los individuos de las capas más modestas lucharon y pudieron aspirar a subir escalones en la jerarquía social y hacer oír su voz, bajo el lema “Liberté, Égalité et Fraternité. Es posible que hoy haya llegado la hora de dar el paso.