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miércoles, 2 de junio de 2010

Coloso Europeo ¡Despiértate!


Si se pudiera resumir en una única palabra lo que le falta a Europa, personalmente indicaría una: ¡Pasión!

Pasión por un proyecto, compartir sueños y desventuras, vertebrar un clamor social que una, que cree, que innove soluciones, que apoye, que empuje, que expanda el "European Way of Living".

¿Y de qué estamos hablando exactamente?
¿Qué proyecto común es ese que puede unir portugueses y lituanos, griegos y finlandeses?
¿Por qué se hace necesario un proyecto de esas características?
¿Qué esfuerzo se ha requerido y cuánto aún se requiere?

Europa es un territorio donde se concentra una diversidad cultural inmensa y que posee una carga histórica impresionante. El hecho de que esa diversidad fuera tan abundante en un espacio territorial relativamente pequeño ha generado una amplia historia de guerras fratricidas. Su pasado de enfrentamientos permitió que el ingenio se agudizara y se avanzara en distintos campos de las artes y de las ciencias, a través de un clima de competición entre territorios, hasta que, en la última Gran Guerra, se ha constatado que la capacidad de autodestrucción era superior a la capacidad creadora de sus pueblos. Hoy sus habitantes se enorgullecen de haber sabido superar obstáculos de convivencia de magnitudes continentales imposibles.

¿Cómo lo han hecho?

Se han dado cuenta que todos se beneficiaban más si se ayudaban mutuamente en lugar de que impusiesen de forma egoistica sus voluntades grupales a los demás.

¿Qué podemos tener en común?

Tenemos en común que por lo general nos sentimos distintos pero compartimos la creencia de que no dejaremos que los demás no logren sus sueños por qué no han tenido las mismas oportunidades. Que les ayudaremos cuándo lo necesiten ya que un día podíamos ser nosotros los necesitados de un apoyo, de un empujón. Y pagamos nuestros impuestos porque creemos que vale la pena que no dejemos a nadie abandonado a su suerte. Nos uniremos e iremos a la calle a protestar cuándo algún colectivo pueda sentirse injustamente perjudicado. Los mayores aún nos pueden contar historias espeluznantes vividas en primera persona de las guerras del pasado que no queremos vivir otra vez en nombre de nuestras posibles diferencias. Nos hemos dado cuenta de que somos humanos, con reacciones humanas bastante similares ante hechos parecidos. Por mucho que nuestras Historias recojan formas de relacionarse distintas entre diversos grupos, formando culturas distintas, lo cierto es que, bien o mal, nos hemos estado mezclando durante siglos y hemos desarrollado maneras de comunicarnos y de entendernos, a pesar de la gran variedad lingüística.

Parece simplemente uno de los más importantes avances evolutivos de la Humanidad.

Pero, hoy día, las diferencias aún son el árbol que impide ver el bosque. Es difícil que aceptemos que somos tan iguales cómo los demás. ¿De qué gloria será recordada la hormiga que ha cumplido, a lo largo de su vida y de forma inequívoca, el trabajo destinado al bien común del hormiguero, al igual que todas las demás? Deseamos ser diferentes, porque tenemos que tener algo especial. Pero solos no disponemos de voz para que los demás reconozcan en nosotros una manera de ser distinta (curioso este verbo “ser” ya que podemos “ser” una cosa y la otra al revés a lo largo de nuestras vidas en tantas situaciones, que al final acabamos solo “estando” de una manera u otra según el momento) y nos aferramos a nuestra “cultura” común a la de un grupo, basándonos en tópicos, que al final nos los terminamos por creer y asumir en nuestras acciones. El grupo “cultural” permite tener más voz en este mundo cada vez más parecido y permite que los demás nos sitúen asignándonos un cierto carácter grupal, para “ser” alguién y no simplemente “estar” en esta vida.

Lo cierto es que si una hormiga pierde el camino puede hacer que muchas más lo pierdan también, y el hormiguero, en su conjunto, sale perjudicado.

¿El futuro que me imagino para Europa?

Dicho lo anterior, imagino una Europa en que sus ciudadanos busquen lazos comunes más allá de las fronteras rígidas establecidas. Seguramente en distintos países, podemos encontrar similitudes culturales a un lado y otro de las fronteras reconocidas y muchas de las regiones fronterizas pueden tener gentes, con formas de relacionarse, de sentir, de ver el mundo, tan o más parecidas entre sí que con los países en que están oficialmente integradas. Esas regiones son las bisagras que unen a toda Europa. Incluso dentro de los países, otras regiones no fronterizas, tienen divisiones internas oficiales que tampoco coinciden con las divisiones que sus habitantes puedan creer que sería la forma natural o deseada. Me gustaría que los ciudadanos pudiesen elegir cómo mejor quieren agruparse en un mapa Europeo con las actuales fronteras oficiales borradas. Donde, al volver a pintar las fronteras oficiales y hubiesen regiones incluidas en más de un país, pudiésemos probar una tutela conjunta por los actuales países dónde se incluyen esos territorios. Quizás así aprenderíamos a integrarnos mejor si países distintos gestionaran territorios comunes, dentro del rango de autonomía acordado con las respectivas regiones.

Me gustaría además un presupuesto comunitario más robusto, a través del cual uno no pueda precisar exactamente de qué país procede el subsidio de paro que uno percibe cuándo pierde su trabajo, ni tampoco de dónde procede el capital en forma de subvención que permite iniciar un pequeño negocio en el cual uno ha puesto toda su ilusión.

Me gustaría que automáticamente se ayudara cualquier país europeo en dificultades, cómo si de una región interna de mi país se tratara, sabiendo que si tiene problemas es porque mi país no ha hecho lo suficiente para impedir que esa situación pasara, impulsando herramientas y controles preventivos de antemano. Deberíamos poder disponer de un poder supranacional, con una visión más amplia del conjunto, que nos indicara cómo actuar por el bien común. Que nos apoyase y nos limitase cuándo fuera necesario, a sabiendas de que su interés es lo mejor para todos y cada uno de nosotros.

Me gustaría que existiesen sindicatos y patronales supranacionales que velaran por los intereses conjuntos de los europeos, periódicos que dispongan de un apartado "Europa" entre los apartados "Internacional" y "Nacional", políticas energéticas europeas, e impuestos de sociedades y de personas físicas, que fuesen al menos parcialmente, a la arca común europea. Me gustaría ver cuerpos de policía, de justicia y hospitales con sistemas integrados. Me gustaría que se estudiara la historia común europea.

Me gustaría que Europa no parara en Europa y que contagiase al resto del mundo con su savoir faire, ampliándose más allá de sus fronteras, porque supimos cómo hacerlo dentro de las nuestras.

Parece que esta Europa ha estado dormida al entrar en este milenio.
Me gustaría finalmente escuchar el estruendo de más de 500 millones de personas gritando:
Coloso Europeo ¡Despiértate!

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