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viernes, 18 de junio de 2010

El Estado de Bienestar... de la Corrupción en España

• Felix Millet estuvo 20 años delante de la Fundación Orfeón Catalán - Palau de la Música - y se calcula que la presunta estafa que encabezó asciende a un montante entre 20 y 30 millones de euros.

• Juan Antonio Roca, supuesto personaje principal de una trama sobre la que recae un presunto delito de fraude calculado en 240 millones de euros, en que están imputadas judicialmente 95 personas por corrupción urbanística en la costa andaluza y murciana.

• Francisco Correa, supuesto cabecilla del Caso Gurtel, trama de empresas que presuntamente sustrajo 43 millones al erario público, cuyo personaje más curioso es el famoso "bigotes".

Solo para mencionar algunos casos (y abdico de sumar los millones...). Lo que hay de común en todos ellos es que presentan una relación muy estrecha con varios personajes políticos. La verdad es que a mí, personalmente, me da la sensación de que la corrupción está muy arraigada en toda la red pública. Recalificaciones de terrenos, boom urbanístico, burbuja inmobiliaria, todo parece hacer una tarta muy apetecible para los que pueden manejar cantidades importantes de dinero público. La burbuja ha estallado y algo, en esta ocasión, ha salido a la luz (¿quizás estafadores que se hayan sentido estafados por otros estafadores, cuando la cosa empezó a ir mal, y que de forma altruista hayan ayudado a las fuerzas del orden público a encontrar el buen camino?).

Pero uno a veces para a pensar y se pregunta cómo es que ciertos individuos han llegado a los puestos públicos que ocupan con un comportamiento y apariencia de típicos de ladronzuelos de poca monta, que se permiten en una gran mayoría de los casos un lenguaje vulgar ante los ciudadanos que representan, gestos y expresiones poco educadas, que intentan disimular, de forma poco conseguida, sus intenciones de engaño en la mayoría de los asuntos que quieren convencer a los demás (para descubrir este carácter “listillo”, aunque probablemente no asociado al tema de la corrupción tratado, basta ver los discursos de ciertos diputados en el parlamento del país en un día cualquiera, especialmente en ciertas bancadas). Muchos de los cargos acusados de corrupción no son de primera línea, pero aun siendo de segunda línea, como mínimo deben de tener la confianza de los de primera línea, conocidos por todos.

Hablamos en este caso de estafas longevas. Estafas continuadas, año tras año, millones tras millones, de ámbito nacional, regional, local, dinero de todos que fluye hacia cuentas privadas en Suiza. Y nadie se inmuta. Ni políticos, ni sociedad civil. No veo la sociedad en la calle diciendo ¡Basta ya de corrupción!

¿Cuántos millones no se han descubierto aún? ¿Qué porcentaje del total del presupuesto del Estado podrían ser los millones que no se han descubierto? ¿Cuántos hospitales, escuelas y leyes de dependencia podrían ser costeados con ese dinero de los impuestos? ¿Rebajarían en algo la crisis económica que aún padecemos?

Hay quién dice que el 20% de la economía española es informal. Para decirlo mejor: no se paga impuestos. El que paga impuestos se siente estafado por los que no los pagan. Encima, aun que crean que el pago de sus impuestos es necesario para el bien común, ve como los casos de corrupción nublan su buena fe (no, no, tampoco quiero sumar todas estas cifras imaginarias de dinero desplazado para beneficios personales de unos pocos para que pueda seguir creyendo en el ser humano)

Me pregunto qué habrá pasado para que la sociedad cambiara de tal manera en que los políticos, como parte de ella, no sientan una vergüenza propia que les impulse a dimitir cuando recae sobre ellos acusaciones de relación con operaciones ilícitas. No sé tampoco como los políticos ajenos a esas acusaciones no hablen claramente que también están hartos de que algunos ensucien la reputación de su colectivo que tiene un objetivo de propagar el bien estar social.

Me gustaría oír a un grupo de políticos diciendo que va a haber un control estricto de las cuentas públicas, hasta el más remoto pueblo, que pondrán en marcha leyes implacables que arrojen luz y taquígrafos sobre los contratos con la Administración Pública, sobre las recalificaciones de terrenos y proyectos urbanísticos y de infraestructuras, que promuevan la transparencia, que impidan conflictos de intereses entre las funciones públicas y la empresa privada, que permitan que las cuentas de los cargos públicos de cierto nivel, y de sus más cercanos parientes, sean públicas y que se investigue con rigor cuando la riqueza aparente esté en contradicción con los ingresos presentados. Que nos digan que se va a triplicar el presupuesto, o cuadruplicar, o pagar lo que haga falta, en personal dedicado a investigar ciertas contradicciones financieras de los cargos públicos ya que esa inversión permite un "pay back" aparentemente muy elevado. Que nos digan que los corruptos públicos son peores que los privados, ya que depositamos nuestra confianza en ellos. Que por favor nos digan que ningún corrupto podrá esconderse en ningún rincón de este país, que sus intentos de estafa serán irremediablemente descubiertos de inmediato y que pagarán por sus errores. Que los partidos políticos tendrán un código ético común para lidiar con los casos de corrupción, cualquiera que sea el color del individuo en cuestión.

Quizás solo algunos políticos sean corruptos, aunque la sensación es que sea generalizado. Hay quién dice que cada sociedad tiene los políticos que se merece. No sé si esto realmente es así, pero a veces pienso que hay gente que cuando arregló el baño, el albañil le hizo un "arreglo" con el IVA por no pedir factura. Otros que han pagado parte del inmueble adquirido en negro. Otros bajan películas de la red. Otros que se cuelan en el metro.

Y va uno y dice:
- Pero ¿cómo se va a comparar los millones que se ha llevado el Millet con lo del "arreglo" del baño? Pues, uno no tiene tanto dinero para reformas y el Estado cuando muerde, ¡muerde que duele! No me parece tan mal.

Y el otro remata:
- ¡Así se habla machote!

Uno a veces se pregunta si no será solo una cuestión de oportunidad... o de educación en valores.

No queremos ser así. No queremos que nuestros hijos beban de ese jarro. Podemos pedir que nuestra clase política cambie, porque podemos impactarles con nuestro ejemplo.

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