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lunes, 25 de octubre de 2010

Apenas divagando sobre el estado del mundo

Un brillante gestor estadounidense pronunció un discurso el 5 de Octubre de 2002, poco más de un año después de los atentados contra las torres gemelas, advirtiendo de “la amenaza iraquí” (http://www.retoricas.com/2009/06/la-amenaza-del-regimen-de-saddam.html). Una suerte de "amenaza fantasma hollywoodiana".

Recuerdo que me había quedado entonces con cara de: ¿¿¿???

¿Qué tenía que ver Irak con los atentados sufridos en 2001? La única similitud entre Irak y Afganistán era que eran países con fuerte presencia musulmana. Uhmmm … ahora lo entiendo… ¿Qué estaba buscando Estados Unidos allí si su problema principal era otro? ¿Cómo es que tantos dirigentes de otros países, tantos periódicos, tantos ciudadanos apoyasen un discurso, de alguien que había ganado unas elecciones “de aquella manera”, que no venía a cuento de nada, basado en argumentos que solo podían ser sustentados por información del ejército americano y que nadie más disponía de cualquier indicio? ¿Será que era porqué el Gran Hermano dijo que Irak era malo también para sus amigos?

Por aquél entonces aún no existía facebook y no estaba claro quién estaba en la lista de amigos de EEUU, por lo que se recurrió a la tradicional reunión presencial, con fotos de periodistas, en las Azores. Hoy es bien sabido que los lobbies del petróleo y de las armas movieron sus títeres, nada menos que los máximos representantes de países que, por un poco de glamour y en un gigantesco efecto dominó de alto nivel, podían quizás ejercer una mejor influencia sobre otros representantes de países menos afines a claudicar con los intereses estadounidenses, para perpetuar y ampliar su poder. Noble interés el de los cabecillas de esos lobbies que, después de tener importantes dificultades en convencer sobre las bondades del despliegue, como habían soñado, del escudo antimisiles “mundial” contra los estados tiranos, tenían que mantener como objetivo principal sacar lo suyo adelante, hacer lo que haya que hacer, mover a todo un planeta en la sombra y al final obtener el gran reconocimiento de los suyos, de su pequeño mundo, no tanto por haber conseguido los objetivos iniciales propuestos en toda su plenitud pero por haberse esforzado incansablemente por ellos, con el pequeño coste de al menos 7 años de guerra, la vida de 110.000 iraquíes, 60% civiles, y más de 4.000 militares, según lo que se ha dado cuenta el ejército americano y ahora accesible en Wikileaks (http://wikileaks.org/), o los 650.000 iraquíes según otras fuentes, cuya filtración añadirá muertes no valoradas en el primer recuento.

Todo esto sin hablar de otro efecto, el mariposa, ésta vez no esperado, consumado en los atentados de Madrid y Londres, y en los inúmeros atentados, menos mediáticos, en Irak, Paquistán, India, Afganistán, Turquía y buena parte del mundo árabe. La inseguridad que el mundo rico cree vivir hoy ha permitido darles la razón: de que sus intereses son más importantes que todo eso. En Europa, los dirigentes de nuestros países, los que habían claudicado directamente y los que no, han agradecido a los cabecillas de los lobbies americanos, poco tiempo después del inicio de la enésima versión de la Guerra de Irak, poniendo al anfitrión de las Azores en el puesto número uno de ejecutor de las políticas europeas, dando perfil a la antesala del proyecto europeo, hecho realidad, que estaba realmente en la mente de nuestros dirigentes, y tildando de idealistas y soñadores aquellos que pretendían una unión más profunda basada en la solidaridad, ética, derechos humanos y con un marcado acento social.

Todo esto ha permitido dividir al mundo entre árabes y no árabes, dando la sensación de ser una confrontación entre civilizaciones, y por ello algunos, quizás ingenuamente, han buscado las alianzas de éstas, ayudando a que otros no tuviesen que decir abiertamente lo que querían que pareciera: un conflicto de religiones, con el fin de ampliar el sacrosanto presupuesto de defensa estadounidense y primar las empresas petroleras mejor posicionadas en el mapa, más que geopolítico, de prospecciones geológicas. Todo esto por un puñado de prestigio entre los suyos, construído a base de arrogancia y prepotencia sobre los que consideraban débiles, susceptibles de encarnar lo que han llamado de daños colaterales. Solo para que algunos sean, en definitiva, “populares”.

El conflicto israelo-palestino, el verdadero conflicto de religiones existente en el mundo, patrocinado hasta finales del siglo XX en exclusiva por extremistas israelíes y árabes, y cuya falta de resolución ya empezaba a cansar a todo el planeta, se había quedado pequeño para este grupo de narcisistas en la sombra, y debería ser catapultado por enésima vez para transferir la tensión necesaria al resto del mundo, con base en los nuevos acontecimientos del siglo XXI. Cualquier atisbo de encuentro entre ambas partes debería ser aniquilado, preferentemente de forma aceptable para la opinión pública, y de no ser posible, de forma implacable, como se ha visto ante el peligro extremo de la famosa flotilla contra el embargo a Gaza, de tal manera que no exista nunca la posibilidad de que los ciudadanos del mundo empiecen a ver las cosas grises y vuelvan a posicionarse entre el negro y el blanco, porque al parecer, de alguna manera, ese conflicto también va con ellos.

La última novedad es la posible creación de un estado independiente palestino, con la falsa esperanza de que traiga definitivamente la paz. Cómo deseo de Navidad no está mal pedir la paz en el mundo. Si se consigue, en las siguientes navidades, habría que pedir que se mantenga. ¿Quién tiene razón sobre la propiedad de la tierra, la eterna prometida, cuando ésta se estuvo repartiendo, a base de guerras, entre unos y otros a lo largo de siglos? Personalmente no veo más solución que un Estado único, laico, con un gobierno paritario entre israelíes y palestinos, que abdique de ser militar a ser policial, que garantice la igualdad de oportunidades y acceso a los recursos a cualquiera de sus ciudadanos, que castigue a los radicales e instigadores de la violencia, hasta el punto justo en que el conjunto de esa sociedad de israelís y palestinos vea más similitudes entre sí que con aquellos.

Parece claro el camino. Si controlas al líder controlas al grupo. Parece entonces claro que lo que hay que controlar es ese pequeño grupo de poderosos narcisistas americanos, que poco tienen que ver con la sociedad americana en general. Aquellos que se han llamado a sí mismos los nuevos Mesías, que activan y desactivan guerras santas a lo largo y ancho del mundo. Así sea Su voluntad.

Y así vamos en Europa: siguiendo en coro la corriente de un pequeño grupo de iluminados al otro lado del atlántico, ampliando nuestras medidas de seguridad a cualquiera que parezca diferente, con nuestros dirigentes poniendo tierra en nuestro orgullo común sobre el Poder Blando, diciendo que la integración de los extranjeros ha sido un fracaso sin aportar ni una única solución para que sea un éxito, estimulando políticas de deportación masivas de los diferentes, intentando acentuar los valores católicos de Europa, etc. Señores, todo el sur de Europa lleva sangre negra en las venas, como decía Dennis Hopper al mafioso Christopher Walken en True Romance (http://www.youtube.com/watch?v=kXjcf47y-zk), lo que humilló, desgraciadamente como era de esperar, a este último. Sintonizad una radio cualquiera en Marrakesh y os parecerá flamenco en estado puro. No es que se hayan ido y ahora están volviendo, nosotros también somos ellos. ¿Acaso estamos sacando el polvo a viejas teorías sobre pureza de razas? Si no nacemos con perjuicios ¿quién nos los está inculcando ahora?

Para que los nuevos extranjeros se integren en una sociedad, lo que ven debe gustarles, y para que la sociedad les integre, también. Se podrá imponer lo que se quiera pero, al final solo vale el convencimiento mutuo de que se ha llegado a un acuerdo justo para todos y trazar un camino conjunto a seguir, probablemente con costumbres mixtas.

Estoy contra la política del miedo que se quiere que prevalezca para hacer valer los intereses de algunos. Me da igual ver minaretes por la ciudad o las catedrales del consumo plagadas de Mc Donald’s. Me da igual ver pañuelos islámicos o pantalones rotos. O Europa empieza a pensar por sí misma, a expandir su Poder Blando y a levantar medidas de seguridad contra los falsos Mesías o no habrá Mesías que nos salve a todos.

sábado, 9 de octubre de 2010

Los idiomas de España: ¿Entén usted a miña lengoaia? (*)

A veces me parece que la gente no me entiende. No porque tenga que expresarme en una lengua distinta a la que conozco mejor. Porque a veces uno no es capaz de encontrar las palabras o porqué realmente no dispone del vocabulario, en el idioma que sea, de tal manera que le permita expresar una idea. Las relaciones humanas se basan en que uno dispone de una idea y la quiere compartir con alguien, quizás con el objetivo de que otra persona comparta las mismas emociones o nos ayude a refinar un esbozo de idea que aun no está correctamente formada. Para que eso suceda es necesario buscar una incorruptible traducción de nuestro pensamiento, el cual no es más que un conjunto de sensaciones adquiridas en varios momentos de nuestras vidas, a un idioma, normalmente el que mejor conocemos, y trasmitirlo de forma inequívoca, oral o escrita, a alguien, teniendo en cuenta la posible capacidad de entendimiento del destinatario sobre el lenguaje que empleamos. Hay que cuidar la forma para transmitir el fondo. Pero en ocasiones, unos con más frecuencia que otros, no disponemos de la capacidad de formar frases, ni en nuestra propia lengua materna, que expresen la complejidad de nuestros pensamientos de forma cristalina para que los demás nos entiendan (después de esta reflexión quiero darle las gracias, Señor, por darnos el entendimiento suficiente para que veamos claramente que cuánto más nos esforzamos por entender nuestra existencia más nos damos cuenta de que la entendemos menos).

Definitivamente, si realmente queremos que nos entiendan debemos esforzarnos categóricamente en conocer, en su máxima plenitud, el idioma que nuestro oyente objetivo mejor pueda conocer. Y si nuestro potencial receptor tiene el mismo interés en compartir sus experiencias con nosotros se esforzará en el mismo sentido, aunque el idioma de contacto será el que más amplio espectro de entendimiento abarque entre ambos interlocutores.

En resumen, el idioma en que uno habla no importa, lo que importa es que alguien entienda correctamente lo que transmitimos y que queremos entender correctamente lo que alguien nos transmite. Eso requiere un importante esfuerzo, tanto de concentración, empeño, interés por entender a los demás y entenderse a sí mismo, por aprender, por escuchar, por entrenar el lenguaje, por intentar conocer lo mejor posible al prójimo y darse a conocer, incluso en nuestra propia lengua materna, y que básicamente se resume en una búsqueda incesante de la traducción en palabras de lo que sentimos y de la traducción en emociones de las palabras que nos son dirigidas. Ese esfuerzo debe ser recíproco entre al menos dos personas para que la gente se entienda mínimamente y evite malentendidos que resulten en castañazos.

Pero ¿Seré yo capaz de captar todas las emociones de alguien, con una lengua materna distinta a la mía, si solamente nos comunicamos en mi idioma, si yo no conozco su idioma? Entiéndase por conocer un idioma algo más que saber decir “dos cervezas por favor” en él.

La resonancia y expresividad de las palabras, la formación de las frases, la existencia o no de palabras que definan situaciones, son fundamentales para poder ver, a través de los ojos de otro, el mundo cómo él lo ve en su idioma principal. Sin esto tenemos solamente una aproximación de su personalidad, por muy cercana que esté a la realidad. No es algo primordial en las relaciones humanas – cómo he dicho el idioma no importa - pero interesarse por conocerlo significa interesarse por sus emociones, parte ésta indisociable de la persona en sí a la que queremos conocer en profundidad.

Apreciar un idioma puede ser entendido cómo un aprecio a un grupo que lo domina y por consecuencia a cada uno de sus individuos. Intentar aprenderlo puede ser entendido cómo un aprecio aún más profundo a ese grupo. Puede que haya gente que tenga un sentimiento importante de pertenencia a un grupo. Despreciar un idioma puede ser entendido como un desprecio al grupo y por consecuencia a cada uno de los individuos que lo conforman.

Con todo esto, fíjate, quería hablar de España, más que de filosofía, y cómo este país encaja disponer de varias lenguas y promueve, o no, un mejor entendimiento entre sus habitantes a través de su política lingüística (lo bueno de escribir en un medio público es que no conocemos a la mayoría de los lectores y, por lo tanto, lo que he expuesto hasta aquí representa básicamente un intento de explicarme a mí mismo, con palabras, más que a alguien, el conjunto de ideas amontonadas en mi cabeza, por lo que usted, estimado lector, si está siguiendo estas líneas, quiero que sepa que le considero un verdadero ícono a la paciencia humana).

A lo que iba: la verdad me importa poco el idioma en que hablen los nietos de mis nietos. Si me importara, desgraciadamente me importaría por mí, no a ellos, porque aún no existen. Mi legado serán mis acciones, será lo que pueda hacer sentir, en los que ahora existen, lo que vaya yo mismo sintiendo a lo largo de mi vida, a través de un instrumento válido, un idioma cualquiera, que sirva para ese fin. Queda la esperanza de que quizá, los que ahora existen, puedan tener como referencia las sensaciones que les pude producir y éstos deseen transmitirlas a alguien, en el idioma que sea. Sería un verdadero honor.

Es probable que exista un porcentaje de españoles, en algún lugar entre el 15 y el 25% de la población, que domina principalmente, y se comunica regularmente, en un idioma de su país distinto al castellano, aunque éste último lo conozca, en un nivel muy elevado, la práctica totalidad. Es probable que exista un porcentaje de españoles, superior a los anteriores, que en algo conozca o que como mínimo se vea obligado a entender y asimilar información en un idioma distinto al castellano. La verdad es una noble tarea, la de todo un pueblo, mostrar su aprecio por un idioma al decidir conocerlo, aunque no sea el idioma principal de algunos, ya que existe un aprecio al grupo, al cual uno desea sentirse incluido, y por consecuencia un aprecio a cada uno de los individuos que lo conoce.

A parte de que la gran mayoría aprecie como un importante valor ese idioma que une a todo un pueblo ¿cómo se siente esa minoría, que convive con, se expresa y asimila también, de forma habitual, un idioma distinto al castellano, si cuando contacta con otros, que presumiblemente vislumbran el mismo pasado y futuros comunes, se dan cuenta de que éstos parecen no compartir, o conocer, o les interesar descubrir similares emociones en su idioma? Si se es tolerante, a uno no le importa que el esfuerzo, circunstancial, de unión, provenga de uno mismo solamente, ya que quizás ese esfuerzo, en la actualidad, sería mucho menor que el esfuerzo que otro tuviera que llevar a cabo para hacer lo mismo en sentido inverso. Si se es respetuoso, humildemente agradecemos el esfuerzo que momentáneamente nos hacen los demás e intentamos poner las bases para que el esfuerzo sea más equilibrado entre ambas partes en el futuro. Si no hay tolerancia ni respeto difícilmente hablamos de buena convivencia.

Vale, vale ¿Adónde quiero llegar?

Quiero decir que me parecería bien que en el parlamento, y en otros foros gubernamentales de España, se hablase en el idioma del país que mejor le convenga al orador. Quiero decir que se deberían ver gratis todos los canales autonómicos del país en todas las comunidades. Quiero decir que me parecería bien que se estudiara de forma obligatoria al menos dos de los idiomas de España, para que los jóvenes pudiesen aprender y valorar distintas maneras de ver la vida de otras gentes de su país, porque cuando se aprende un idioma se aprende una cultura. Para que, cuando hubiese intercambios de gentes en territorios de este país, no les pareciera nada raro lo que encontrasen al otro lado y que les sonara familiar a todos. Que dejase de haber un “ellos” y un “nosotros”. Que las culturas fuesen de todos y que no derivase en unas culturas para unos y otras culturas para otros, en un territorio que se dice unido.

Y puede que alguno diga: “Mejor perder el tiempo aprendiendo inglés”. Ante eso diría que si aprender inglés es un intento de comunicarte correctamente con otros pueblos, distintos al tuyo, y que si estás dispuesto al esfuerzo, más esfuerzo deberías hacer en intentar comunicarte correctamente con tu pueblo, porque te ha tocado vivir en un país plurilingüe y requiere esfuerzo doble si consideras que la unidad nacional se debe más a la tolerancia y al respeto que a lo que obligan ciertos artículos de la Carta Magna, que no por ello invalidan el conjunto del documento.


La Constitución Española de 1978

Artículo 3.

1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.

3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección

Si tuviera que reescribirlo al estilo “my way” - y muchos juristas agradecerán que no disponga de tal poder - lo haría de la siguiente forma para posterior aprobación por referendo:

Enmienda a la Constitución Española de 1978

Artículo 3.

1. El castellano es como las demás lenguas del Estado español: todas son oficiales en todo el territorio español. Todos los españoles tienen el deber de conocer al menos dos lenguas de España, lo que requiere esfuerzo patriótico por la unidad del país, y el derecho a usar, en algún territorio del Estado, al menos una de sus lenguas preferentes.

2. Al menos dos lenguas españolas serán preferentes en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos, y si éstas lo desean, el castellano sería una de ellas.

3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección por que podrán ser utilizadas indistintamente en cualquiera de los órganos oficiales locales, regionales y nacionales del Estado, y éste no permitirá agravios a cualquiera de ellas en el ámbito estatal o civil.

P.D. Aprender inglés o cualquier otra lengua extranjera también es importante para conocer al mundo y hacer que nuestro pueblo deje de mirar solo a su finca. Esta Constitución podría hasta hablar de la conveniencia de no doblar las películas extranjeras a cualquiera de las lenguas del Estado para conseguir el fin anterior pero también hemos creído conveniente esperar por la próxima enmienda, en la que de paso, y sin venir a cuento, podríamos incluso incluir alguna referencia al republicanismo, para evitar tantos cambios bruscos de golpe, por lo que lo haremos pero poco a poco.

Probablemente tengo poco o nulo futuro político pero me complace intentar expresar con palabras, a través de un idioma, el cual en realidad no importa, un conjunto de ideas y emociones que pululan en mi cabeza y que, ni por asomo, son definitivas. Espero haberlo hecho medianamente bien para qué, sino alguien más, al menos yo, haya podido entender lo que pienso.

(*) ¿Entén usted a miña lengoaia?: La supuesta traducción de dicha frase que quería expresar con esa mezcla de palabras en varios de los idiomas de España sería ¿Entidende usted mi lengua? La palabra en Euskera que al parecer representa correctamente la palabra lengua en el sentido de idioma sería "hizkuntza", ya que "lengoaia" parece referirse más al órgano de deglución. Aún sabiéndolo he preferido utilizarla para que el título pudiera ser entendido, en el sentido que quise dar, por los castellano-hablantes que no son conocedores de Euskera.