Quién diría, hace poco tiempo, que estos días la Unión Europea estaría hablando de la necesidad de una convergencia, entre los países integrantes de ésta, en los sistemas de pensiones, que por un lado garanticen principalmente la viabilidad a largo plazo de éstas, pero que por otra parte, al nivelar la edad de jubilación en el espacio europeo, permiten reducir los agravios comparativos entre unos ciudadanos, pertenecientes a países receptores netos de fondos comunitarios, que recogen con menos años de vida laboral los beneficios de su sistema de pensiones, que otros ciudadanos, pertenecientes a otros países que son contribuyentes netos de los fondos comunitarios.
Quién diría que se estaría discutiendo a nivel europeo, ahora mismo, a que se establezcan por ley, o a través de las respectivas constituciones nacionales, límites máximos de endeudamiento de las administraciones nacionales, y por ende de las administraciones regionales en los países dónde hay un mayor grado de descentralización fiscal, como el caso de España.
Y que estaríamos ahora emprendiendo en España la reforma de las cajas de ahorros, cuyo sector es el origen de la crisis que se trasladó a la economía real, para garantizar que el sistema financiero quede menos atomizado y más saneado en el futuro, aunque haya divergencias de opiniones entre los que dicen que las cajas deberían ser nacionalizadas o que se pasara de hecho a su privatización, a través de su conversión en bancos y que éstas pudiesen pasar a ser un bocado apetecible por los grandes bancos ya existentes en el país.
Que estaríamos hablando, en este exacto momento, parece ser que con un importante fondo de acción, como lo indica la urgencia de una próxima cumbre europea sobre este asunto en Marzo de este año, sobre la competitividad interna y externa de Europa, con ideas y propuestas concretas sobre la mesa, que parecen algo más que las palabras vacías del Proceso de Lisboa del 2000 dónde el Consejo Europeo se marcó el objetivo de convertir la economía de la Unión en «la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, antes del 2010, capaz de un crecimiento económico duradero acompañado por una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y una mayor cohesión social». El 2010 ya es pasado. ¿Alguien ha visto algo de eso?
Bueno, ahora hablamos de que se vinculen los salarios a la productividad y beneficios de las empresas y no tanto a la inflación, como en ciertos países, y que se armonice la base imponible del Impuesto de Sociedades entre los distintos países Europeos. Desgraciadamente, a parte de todos los beneficios que nos ha traído el Euro, la competitividad de un país solo puede mejorar devaluando la moneda nacional, lo que con el Euro no es posible, o conteniendo los salarios, o despidiendo a trabajadores, o basando el modelo productivo en sectores de alto valor añadido que permitan elevar el nivel de exportaciones o finalmente incrementando el conocimiento del capital humano, a través de la formación continua.
Se habla de la conveniencia o no de la existencia de la emisión de deuda pública europea, los famosos bonos europeos, aunque Alemania, cuyos bonos son el principal referente del mercado europeo, y por los cuales el interés que se paga actualmente por sus emisiones sería probablemente apreciablemente más bajo si fuera comparado con lo que sería caso se incluyesen las deudas de otros países con menor reputación y solvencia. Alemania, en ese caso, habla que ocurriría una “socialización” de la deuda de los demás, por lo que de momento cree más conveniente que cada cual aguante su palo, aunque haya el riesgo de ataques especulativos a la deuda soberana de ciertos países y por consecuencia a la estabilidad del Euro y de los países que lo adhirieron. Aún así, Alemania espera que esos ataques puedan reducirse en el futuro si ahora convence a los países más expuestos a ellos que tomen medidas creíbles, y duras para sus poblaciones, para prevenirlos. Probablemente a los países contribuyentes netos al erario de la Unión les resulta más barato una ampliación de un fondo de rescate para países en dificultades, que podría utilizarse o no, que la emisión de bonos europeos. Yo no he hecho las cuentas pero me parece que la cosa va por ahí.
Vemos un mayor contacto y sincronización entre los sindicatos españoles y los demás homólogos europeos para intentar combatir lo que les parecen políticas esencialmente europeas que van contra sus intereses. Me gustaría ver en ello la semilla que permita la formación de grandes y poderosos sindicatos europeos que luchen por los intereses transnacionales en Europa, porque las políticas laborales se han vuelto más europeas que nacionales y porque creo que un gran número de sindicatos en Europa que interceden solamente por los intereses de los trabajadores de cada país, por veces incompatibles entre sí, es ineficiente ante la mayor unidad que presentan las patronales.
Quizá echemos de menos que no se hable con rotundidad del estado de la educación y de su convergencia con los sistemas más eficientes de Europa en ese campo. Ese es un verdadero motor de la competitividad. Turquía, Malta, Portugal y España son los países con mayor tasa de abandono escolar en Europa, o en otras palabras, los máximos generadores de la generación "Ni-Ni", que posiblemente engordarán las estadísticas de paro de la próxima crisis, que difícilmente desarrollarán un trabajo de alto valor añadido que pueda competir a nivel internacional, por su deficiente nivel de cualificación, y a los que probablemente los servicios sociales deberán hacer un mayor dispendio para atenderles en el futuro, en lugar de que sean ellos quienes finalmente contribuyan a la financiación de dichos servicios (J.F.K.: “No te preguntes que puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tú por tú país”). ¿Cómo pueden nuestros jóvenes abandonar de forma temprana los estudios cuando para tener opciones de disponer de beneficios en un mundo “globalizado” deben competir con otros jóvenes que van mucho más allá en su esfuerzo y que están quizás a miles de kilómetros de distancia?
Quizá echemos también de menos planes europeos que apuesten por el desarrollo firme, con plazos concretos que se lleven imperiosamente a cabo, de las tecnologías de la información, de la biomedicina, de las energías renovables.
Quizá echemos de menos un mayor compromiso en reformar el mercado financiero, y porqué no el de materias primas, europeo y mundial, especialmente el de futuros, en el que las grandes corporaciones disponen del poder real, después de una “conference call” interna, para hacer fluctuar brusca y profundamente el precio actual de los productos, arrastrando consigo a todo el mercado, según les convenga en un determinado momento elevar sus potenciales beneficios por volumen o por margen. No hemos visto que se estén dando pasos importantes en evitar una crisis similar en el futuro, ya que, como dice el ex presidente del gobierno español, Felipe González, en su artículo de ayer en El País ( ver http://www.elpais.com/articulo/opinion/Davos/politica/elpepuopi/20110204elpepiopi_5/Tes ), “los felices rescatados con dinero público” y causantes principales de esta grave crisis que seguimos sufriendo, léase bancos, vienen ahora, cuya percepción general es de cierto aire de “chulería”, imponiendo a los gobiernos que les rescataron que tomen medidas de ajuste fiscal severas para que ellos se permitan no arruinarles.
Quizá eche menos eso, un mayor control sobre los estratosféricos beneficios poco éticos de los altos ejecutivos de empresas en pérdidas, que han tenido como la más brillante idea para reflotar a la empresa, la de despedir a un numero ingente de trabajadores. Echo también en falta que se mantenga enterrada, y bien enterrada, la famosa idea de Tobin que tiene por objeto la aplicación de una pequeña tasa en las transacciones financieras internacionales, para estimular la reducción de los movimientos con carácter puramente especulativo.
Pero lo bueno, y lo principal, de lo que está ocurriendo ahora mismo en Europa es que estamos finalmente todos los países empeñados, de forma constructiva, en buscar soluciones conjuntas a problemas reales que difícilmente podrían ser solventados por cada país por separado. Lo bueno, y lo principal, es que, nos guste, más o menos, las propuestas que están encima de la mesa europea, al final parece que llegaremos a soluciones concretas, que no serán las mejores para ningún país específico, pero que seguramente serán buenas para el conjunto de la Unión. Los europeos hemos pasado por un proceso de acercamiento monetario, estamos engendrando un incipiente proceso de acercamiento económico y, quizás en un futuro, podamos ver un acercamiento político en Europa. Todo esto está ocurriendo en este momento gracias al empeño, estemos o no de acuerdo con sus tendencias políticas, con su forma o fondo, llevada por las circunstancias, por el miedo, por su valentía, o simplemente para preservar su electorado concreto o su puesto de trabajo, a la Canciller Angela Merkel, que está capitaneando este proceso como un verdadero líder europeo. Un líder europeo al que, muchos europeístas, nos gustaría poder votar libre y democráticamente en un futuro estado federal (cuyas fronteras no tienen que coincidir exactamente con las fronteras de los actuales países).
Todo es empezar y lo imposible de hoy será posible mañana.
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