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martes, 8 de junio de 2010

El futuro de Europa

Artículo escrito por Joseph S. Nye el 08/06/10 en la página web de http://www.project-syndicate.org/

Joseph S. Nye, Jr., a former US Assistant Secretary of Defense, is a professor at Harvard University and author of Soft Power: The Means to Success in World Politics.

CAMBRIDGE – En la primera mitad del siglo pasado, Europa se hizo pedazos en dos guerras y destruyó su papel fundamental en la política mundial. En la segunda mitad del siglo, unos dirigentes con amplitud de miras renunciaron a la venganza y fueron construyendo poco a poco las instituciones de la integración europea. La idea de que Francia y Alemania vuelvan a enfrentarse en combates parece imposible y el desarrollo de la Unión Europea ha intensificado en gran medida el atractivo de Europa y el poder blando en el mundo. Lamentablemente, ahora se está poniendo en entredicho ese histórico logro.

En mayo de 2010, los mercados financieros perdieron la confianza en la capacidad de Grecia para gestionar su déficit presupuestario y amortizar su deuda. Los temores a la quiebra empezaron a afectar a otros países, como, por ejemplo, Portugal y España, entre los 16 miembros de la zona del euro. La reacción de los gobiernos europeos, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional fue la de preparar un programa de rescate de emergencia de la zona del euro, que asciende a 700.000 millones de euros, para calmar las tormentas financieras.

Si bien esa intervención aportó un respiro temporal, la incertidumbre persiste en los mercados financieros. El mes pasado, la Canciller alemana, Angela Merkel, declaró que, si fracasa el euro, “no sólo fracasa la moneda... fracasará Europa y, con ella, la idea de la unidad europea”.

La unidad europea afronta ya limitaciones importantes. La integración fiscal es limitada. Las identidades nacionales siguen siendo más fuertes que una identidad europea común, pese a seis decenios de integración, y los intereses nacionales, pese a estar atenuados en comparación con el pasado, siguen contando.

La ampliación de la UE hasta 27 Estados (y han de ingresar más) significa que las instituciones europeas seguirán siendo probablemente sui generis y no es probable que produzcan una fuerte Europa federal ni un Estado único. La integración jurídica va en aumento y ha habido veredictos de los tribunales europeos que han obligado a los Estados miembros a cambiar políticas, pero la integración de los poderes legislativo y ejecutivo se ha quedado rezagada y, si bien Europa ha nombrado a un Presidente y una figura central para las relaciones exteriores, la política exterior y de defensa permanece integrada sólo en parte.

A lo largo de los decenios, Europa ha alternado entre un optimismo excesivo y accesos de “europesimismo”, como en el período actual. Como dijo recientemente el periodista Marcus Walker, Europa “debía llegar a la mayoría de edad como protagonista en el escenario mundial, fortalecida por el Tratado de Lisboa. En cambio, Europa está empezando a parecer la perdedora en un nuevo orden geopolítico dominado por los Estados Unidos y las potencias en ascenso, encabezadas por China”. Según Walker, una “imagen transcendental” fue la reunión del 18 de diciembre de 2009, de la que resultó el modesto Acuerdo de Copenhague... reunión encabezada por los EE.UU. y China, que invitaron a los dirigentes de la India, del Brasil y de Sudáfrica, pero no a los europeos.

Y ahora la reciente crisis financiera ha expuesto los límites de la integración fiscal en la zona del euro y ha planteado dudas sobre el papel y el futuro del euro.

¿Cuál es el futuro de Europa? Como ha observado The Economist, “ahora parece hablarse por doquier de la relativa decadencia de Europa... Se puede oír citar cifras deprimentes sobre el futuro peso de Europa y con cierta razón. En 1900, Europa representaba la cuarta parte de la población mundial. En 2060, podría representar tan sólo el 6 por ciento... y casi una tercera parte de ella tendrá más de 65 años de edad”.

Europa afronta, en efecto, graves problemas demográficos, pero el tamaño de la población no guarda una estrecha correlación con el poder y las predicciones del derrumbe de Europa tienen una larga historia y no se han materializado. En el decenio de 1980, los analistas hablaban de euroesclerosis y de un malestar invalidante, pero en los decenios posteriores Europa mostró un crecimiento y un desarrollo institucional impresionantes.

El método de la UE para compartir el poder, llegando a acuerdos y resolviendo conflictos mediante múltiples comités puede resultar frustrante y carece de dramatismo, pero resulta cada vez más pertinente para muchas cuestiones en un mundo interdependiente y conectado en redes. Como ha dicho Mark Leonard, Director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, “está generalizada la opinión de que el momento de Europa llegó y pasó. Su falta de visión, sus divisiones, su obsesión con los marcos jurídicos, su falta de voluntad para proyectar un poder militar y su esclerótica economía contrastan con unos Estados Unidos más dominantes incluso que Roma... pero el problema no es Europa... sino nuestra anticuada idea del poder”.

El politólogo americano Andrew Moravcsik formula un argumento similar: las naciones europeas, individual y colectivamente, son los únicos Estados, distintos de los Estados Unidos, que pueden “ejercer una influencia mundial en todo el espectro del poder ‘duro’ al poder ‘blando’. En la medida en que ese término conserve algún significado, el mundo es bipolar y es probable que siga siéndolo en el futuro previsible”.

Moravcsik sostiene que el pronóstico pesimista se basa en una idea realista decimonónica en la que “el poder está vinculado con la proporción relativa de recursos mundiales agregados y los países participan en una rivalidad constante de suma cero”. Además, señala que Europa es la segunda potencia militar del mundo, con el 21 por ciento del gasto militar del mundo, frente al 5 por ciento de China, el 3 por ciento de Rusia, el 2 por ciento de la India y el 1,5 por ciento del Brasil.

Centenares de miles de soldados de los Estados miembros de la UE han sido desplegados fuera de sus países en Sierra Leona, el Congo, Costa de Marfil, el Chad, el Líbano y el Afganistán. Desde el punto de vista de la potencia económica, Europa tiene el mercado mayor del mundo y representa el 17 por ciento del comercio mundial, frente al 12 por ciento de los EE.UU. Además, Europa presta la mitad de la ayuda exterior mundial, frente al 20 por ciento de los EE.UU.

Pero toda esa fuerza potencial puede resultar inútil, si los europeos no resuelven los problemas inmediatos resultantes de la pérdida de confianza de los mercados financieros en el euro. Todos los que admiran el experimento europeo deben abrigar la esperanza de que dé resultado.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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